Sensación de inferioridad

La inferioridad es un sentimiento conocido por la mayoría de las personas. Para algunos es una constante que los tortura y agobia. Se sienten menos que los demás o lo que es lo mismo, sienten que los otros poseen algo que ellos no tienen. 
¿De dónde proviene ese sentimiento que los hace menos? 

Cuando nacemos nos separamos de la totalidad de la que formábamos parte; cuando nacemos nos convertimos en algo menos que aquello que nos contenía y junto a ello, perdemos la sensación de grandeza para sentirnos más pequeños. 
A medida que nuestro yo personal crece, vamos discriminándonos aún más de aquello que dejamos, de ese campo de energía que nos envuelve. Somos en esencia un ser grandioso y eterno pero nos reconocemos limitados y pequeños dentro de nuestro cuerpo material y frágil. 
Tenemos pues, una sensación doble: nos sentimos grandiosos y nos percibimos pequeños. La sensación de plenitud y poder nos envuelve, es nuestro origen y destino; pero a medida que vamos ganando identidad vamos perdiendo el contacto con aquello que fuimos y seremos. Somos en el presente yoes pequeños y fallidos, débiles e imperfectos, ¡somos menos!

En nuestro armado del mundo, en la necesidad de crear un contexto nos proyectamos hacia afuera. Proyectamos parte de nosotros mismos en los otros. Como seres duales, proyectamos sólo una parte: si proyectamos nuestra pequeñez nos sentimos grandes y fuertes, magníficos y poderosos; si proyectamos nuestra grandiosidad nos sentimos limitados y pobres. En el primer caso nos percibimos más que los demás, en el segundo, menos. 
Ninguna de las dos situaciones es real: no somos ni más ni menos que nadie. Somos todos iguales: grandiosos en esencia y pequeños en presencia. Compartimos la sensación de pequeñez que nos refiere la separación de la totalidad, el estado de precariedad por ser humanos, a la vez que nuestro origen transcendente. Esta sensación de inferioridad frente a la fuente de nuestra vida se transformará en sentimiento de inferioridad toda vez que proyectemos la vivencia de totalidad, toda vez que pongamos en el otro lo que por naturaleza nos pertenece. Nos sentiremos menos por no tolerar nuestra grandeza...

Retirar nuestras proyecciones del entorno es la tarea, volvernos a sentir duales, completos, contradictorios y profundos, perfectos por la grandiosidad que nos dio origen y pequeños frente a ese origen trascendente. Retirar nuestras proyecciones del mundo para ver a nuestro hermano como igual, ni más ni menos; para verlo tan dual como nosotros: efímeros y eternos.

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