La vida y la muerte son las dos caras de la existencia, tan sólo separadas por nuestra percepción en el tiempo. Debido a esta
separación temporal, la
muerte se percibe como
antítesis de la vida, y por ende no nos encontramos con ella hasta el momento en que se nos impone
y acaba con nuestro cuerpo. En otras palabras, vida y muerte están coexistiendo permanentemente
a nuestro lado; somos nosotros quienes –por una percepción del tiempo
secuenciada– las registramos separadas.
Así como vida-muerte, existen otros pares de opuestos, tales como
pasado-futuro, consciente-inconsciente, manifiesto-reprimido, distanciados por
nuestra percepción temporal. En estos pares de opuestos,
uno de los miembros parece estar fuera del alcance perceptivo, fuera de
la realidad cotidiana (esto es, muerte, futuro, inconsciente, reprimido).
Actualmente y en forma paulatina,
estos extremos van acortando sus distancias, y por tal motivo vamos
acercándonos a la posibilidad de hacer visible lo invisible. Los cambios
energéticos parecen brindarnos las condiciones para ingresar perceptivamente a
la polaridad oculta.
Por otra parte, sabemos que la realidad está ligada inexorablemente
a quien percibe: no existe aquello que no es percibido por nadie,
y lo existente sólo existe para quien lo percibe. La percepción, a su
vez, depende de la sensibilidad de quién percibe. Los animales, por ejemplo,
responden con conductas de alerta frente a la inminencia de fenómenos naturales
que los humanos no registramos (por ej. la proximidad de una catástrofe). Una
madre puede percibir el peligro para su cría antes que el resto de sus congéneres, para quienes su
inquietud parece injustificada. La mayoría de los niños percibe las intenciones
de los adultos mucho antes de que sean puestas en palabras o hechos, pudiendo
reconocer la mentira.
La Real Academia
Española define la realidad como la existencia real y
efectiva de algo. La realidad es lo real, es todo lo que posea cualidades y
características que lo hagan existir. "Esto es real" equivale a
señalar que algo está ahí. ¿Pero qué significa estar ahí? Si estar
ahí significa ser percibido por alguien, la pregunta
que surge es: ¿sólo será real lo que entre en el espectro de lo percibido por
la mayoría?
Una de las
particularidades del ataque de pánico y la ansiedad generalizada es que sus
reacciones psicofísicas son consideradas “normales” en caso de que exista un
peligro real. Esto es, el aumento de la frecuencia
cardíaca, la palidez, la sudoración, el temblor o estremecimiento, al
igual que la tensión muscular o la hiperactividad,
constituyen una respuesta adaptativa ante un peligro real. El organismo
se prepara para la acción: huida o ataque. Pero ¿cómo
sabemos que quien sufre una crisis de ansiedad no está frente a un peligro
real? Si precisamente otra característica de las
personas que acusan estos síntomas es el hecho de sentir un miedo intenso a
morir o a perder el control de sus vidas, podríamos sospechar que quienes se encuentran agobiados por este temor
"irracional" perciben algo distinto al resto de quienes están a su
lado; ¿y por qué no
incluir la posibilidad de que estén percibiendo el polo oculto de la polaridad
vida-muerte? Si sus reacciones psico-corporales serían normales frente a un
peligro real y manifiestan temor a morir, ¿por qué
no considerar que estén percibiendo la muerte?
¿A qué llamamos
peligro real? ¿No es
la muerte un peligro real para el cuerpo? Si en estado de ansiedad
nuestro organismo dispara un sinfín de reacciones defensivas en forma
desenfrenada, ¿no es más lógico pensar que algo hasta entonces imperceptible se
nos está manifestando, antes que atribuir tremenda
sintomatología a un desperfecto del sistema nervioso?
Desde nuestra
comprensión biofuncional, sostenemos que estaríamos siendo
impelidos a desplazar la percepción para encontrarnos con gran parte de los
contenidos inconscientes, con los aspectos negados más profundos, con nuestra
"sombra" en términos junguianos; es por esto que la percepción de
nuestra muerte sería posible.
Que la ansiedad
exacerbada sea causada por vivencias extremas, pérdidas
importantes o estados de estrés, no invalida la hipótesis. Si el sistema
defensivo es exigido, puede colapsar, creando así las condiciones para
un desplazamiento perceptivo capaz de enfrentar al sujeto con sus aspectos más
profundos e inconscientes; tal es el caso de la
muerte como polo oculto.
Concluyendo,
consideramos la posibilidad de que, frente a los cambios ambientales, la
percepción se esté ampliando de tal forma que accedan a la conciencia los
aspectos reprimidos. Esta realidad, más visible para algunos, va generando una
nueva conciencia de existencia, va permitiendo el ingreso paulatino a un mundo
diferente, más amplio –menos polarizado–, más incluyente –menos discriminado–.
Está en nosotros ir aceptándola como un nuevo contexto desde donde leer y
comprender lo que, como especie, nos sucede.
Increíble
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